La Química tiene cosas fascinantes. Elementos que no tienen nada que ver se unen y provocan una reacción. Hay algunos que sirven como catalizadores de otros, de manera que ayudan a extraer cualidades que de ordinario no se perciben en los elementos.
Pongamos por caso el Ironio y el Ansión. Por sus propiedades se encuentran sumamente alejados entre si dentro de la tabla bolloperiódica.
El Ironio está entre los metales..Es de los elementos más conocidos, duro, fuerte, tenaz. Hace falta llevarlo a un alto grado de ebullición para que reaccione. Sus moléculas, azules, tajantes y concisas pululan a sus anchas por la tabla bolloperiódica. De hecho, es fácil seguirle el rastro por los átomos que va dejando a su paso.
El Ansión es un gas noble. Como tal, es complicado de ver, suele pasar desapercibido entre todos los elementos de la tabla. Sus mejores reacciones las obtiene tras unirse durante un cierto tiempo a otros elementos que le aportan energía (como el Candelio), pero siempre de uno en uno. Se ha dado el caso de que al unirse a varios elementos ha perdido sus átomos y se ha evaporado.
Las moléculas del Ironio son capaces de detectar propiedades ocultas en otros elementos. Y fruto de esta cualidad se ha acercado varias veces al Ansión hasta extraer el átomo de dulzonio que contiene el Ansión.
Nos encontramos ante un claro caso de catalización. El Ironio ha conseguido sacar a la luz el átomo invisible de dulzonio y el Ansión, a su vez, le ha hecho replantearse al Ironio sus habituales fórmulas químicas.
Ni el químico más experto se atreve a elucubrar si se producirá algún tipo de fusión o bien la carga negativa de sus electrones les terminará repeliendo.