Hace unas semanas Candela hizo un
concurso titulado Trágame Tierra. Por falta de tiempo no pude
publicar el relato de algo que me ocurrió en la ginecóloga. Pero no
quiero privaros de que conozcáis lo que probablemente ha sido el
momento más vergonzoso de mi vida adulta.
Ya de por si, la visita al servicio de
ginecología nos pone de los nervios. Nunca vamos por gusto y yo creo
que ha llegado un momento en que hasta sentimos cierto miedo a que
nos encuentren algo.
A esos nervios hay que sumarle que
necesitas sentir cierta confianza. Cuando además la visita la haces
por un reconocimiento médico de la empresa, no tienes la posibilidad
de elegir al profesional, así que en esas ocasiones, con que me
toque una mujer me conformo. Si, yo soy de las que me siento más
cómoda con una mujer explorándome que con un hombre.
Hace unos tres años acudí a la
clínica donde nos suelen hacer los reconocimientos. Cuando pasé
respiré aliviada al ver que me correspondía una ginecóloga pero
pronto me di cuenta de que no era nada agradable. Me hizo las
preguntas de rigor de un modo bastante seco y sin mirarme. Estaba
claro que para ella era un trámite que cumplir y no parecía tener
un buen día. Al llegar a la de ¿relaciones?, me quedé sin saber
qué decir. Nunca sé si se refieren a si has tenido relaciones
sexuales o si las tienes en ese momento, o si te gusta tenerlas...yo
qué sé qué quieren decir...Con lo desagradable que estaba siendo
la doctora no quise dar explicaciones de ningún tipo y le dije que
en ese momento no tenía relaciones.
Me dijo que pasara a la camilla para
hacerme la exploración de los bajos y allí que me fui. Una vez
instalada cómodamente vino la mujer y se colocó entre mis piernas.
Me metió el instrumento de tortura ese que es como un gato
hidráulico y solté un débil quejido...aquello me estaba haciendo
mucho daño. Mientras hurgaba me revolví un poco y me dijo algo así
como que me estuviera quieta. Le comenté que me estaba doliendo y
pasó ampliamente de lo que yo le estaba diciendo.
Entonces sucedió...mientras ella
intentaba hacerme la citología y estaba toda concentrada en mi zona
vaginal, no sé cómo el espéculo salió disparado de dentro de mí
y fue a impactar contra su cara. Obviamente la mujer no se esperaba
eso y no tuvo tiempo de reaccionar. A partir de ahí tuvimos una
pequeña discusión en la que la ginecóloga con muy malos modos me
decía que había expulsado el objeto por empujar. Yo le decía que
no estaba empujando y que aquello no debía estar bien colocado por
el daño que me estaba haciendo.
Mientras veía que la enfermera se
partía el culo haciendo esfuerzos por que no se le oyera la risa, yo
seguía discutiendo con la mujer. A ver si se piensa usted que yo
practico a diario en casa expulsar algo con fuerza de mi vagina...ni
que fuera un deporte olímpico...le espeté. Pues si usted no hace
fuerza, esto no se sale, me decía ella...
Después de limpiarse la cara en la
zona donde le había impactado el espéculo y quejarse de que le
había hecho daño en un ojo, volvió con fuerzas renovadas y me
imagino que cagándose en mi padre. Me hizo la citología y cuando
llegó el momento de la ecografía vaginal metió aquello que casi me
lo saca por la boca. Con la vergüenza que estaba pasando lo único
que quería era que se terminara el reconocimiento y marcharme a
casa.
Imagino que algo debió dejar anotado
en mi ficha. Cuando volví al año siguiente dije que podía tener
problemas con “er bisho” ese y la doctora que me atendió, mucho
más maja me dijo que no me preocupara que me iba a poner uno de
tamaño pequeño. Todo fue como la seda....