martes, 24 de febrero de 2015

Abandono

Qué abandonado te tengo, blog... y qué abandonada me tienen a mí las palabras... Apenas llegan, ya no siento aquel cosquilleo, cuando pugnaban por fluir hacia los dedos y terminar desparramadas por el teclado, buscando un determinado orden. No el habitual de sujeto y predicado, sino el orden preciso de mis pensamientos y sentimientos.

No están. No llegan. Las espero paciente cada día y no acuden a su cita. Y me siento afónica. Sin voz. Sin capacidad para expresar. Sin inspiración. La duda es si esas palabras no llegan debido a la rutina o a la desidia, o tal vez a una falta de esperanza e ilusiones que me supera desde principios de año.

 Paso los momentos muertos repitiendo rudimentos de percusión. Me descubro tatareando ritmos y cortes de la batucada. Las notas han sustituido a las palabras pero no puedo entablar un diálogo con ellas. Diálogo.... diálogos...

Vuelvo mi vista a los proyectos que quedaron aparcados hace un par de años por falta de energías mías e implicación ajena. Tengo ganas de sacar adelante al fin esos proyectos tan asociados a la visibilidad de mi propia vida y del colectivo. Tengo claro que la cercanía de Alondra tiene que ver con esa necesidad y esas ganas.

Ella propone, dialoga, acuerda, apoya, actúa. Si, Alondra siempre está y acompaña con su voz y sus actos. Ahora más que nunca.


domingo, 8 de febrero de 2015

De domingo a domingo


¿De qué sirve ver un montón de pelis si luego pierdo en la porra de los Goya con quien no ha visto ninguna?

Releo libros de hace tiempo y me sorprendo al leerlos de un modo diferente. Qué distinta recordaba alguna historia. El tiempo cambia a las personas y ya no soy la misma que leyó aquellos libros, ahora el acento lo pongo en otras cosas.

Vuelvo a ver películas relacionadas con Nueva York y dejo que la ilusión por mi segundo viaje a Manhattan vaya sembrando su semilla. Despacio. Poco a poco. De momento siento que vamos a ser los Martínez Soria por la Gran Manzana, pero soy incapaz de aventurar lo que ocurrirá una vez que estemos allí.

Contemplo los puentes que me dejé sin recorrer la otra vez. Quizá este año tenga la oportunidad. De momento son los únicos que que podré transitar por ahora. Y es que los que tengo más cerca son todos tibetanos.

Me siento improductiva. No en un sentido laboral, sino personal. Como si los esfuerzos que hago con algunas cosas no sirvieran de nada. Y eso agota mis energías. Improductiva y ajena. Parece que la vida transcurre por un sendero paralelo al que yo recorro. Sensaciones que me dejan un poso amargo y en silencio durante días.

domingo, 1 de febrero de 2015

Mis tardes de domingo


Hace muchos años, mis tardes de domingo eran de sesión continua. Eso si, de tele. Después de comer nos sentábamos donde nos correspondía a cada uno. Mis padres y mi hermano en el sofá, yo en el suelo. Y poníamos las películas que iban alternando la 1 y la 2. Cuando terminaban yo me quedaba viendo aquel maravilloso culebrón infantil... Candy Candy, mientras mi padre se iba al salón a leer escuchando de fondo la radio con los resultados del fútbol y mi madre planchaba en la cocina.

Aquellos eran los sonidos que me acompañaban... el programa deportivo de radio y los ruidos de la plancha... el vapor que salía a trompicones y el pequeño golpe que mi madre daba cuando la depositaba en la tabla.

Años después dedicaba los domingos a ir al cine. Sentada en la sala oscura, a solas o acompañada, me relajaba. Dejé de ir tanto al cine porque las salas ya no eran silenciosas y nunca me gustó oír conversaciones de fondo.

Ahora los domingos son días para nada. Sigo viendo mucho cine. Hoy, La teoría del todo, que me ha emocionado como hacía tiempo que una película no me emocionaba. Me ha recordado aquella excursión maravillosa que hice a Cambridge con mi hermana.


Sola en casa, con Lúa tumbada sobre mis piernas y Zoe durmiendo a mi lado, el sonido del domingo ha sido escuchar la respiración contenida de Felicity Jones y el pensamiento constante de Eddie Redmayne en la película. De fondo, las campanas de la Almudena y alguna sirena de ambulancia que la acompañaba. Simplemente, el rumor de la vida que pasa.





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