El primer recuerdo que guardo de ti es
de bien pequeña...tendría unos 5 años. Fui a verte a aquel
despacho tan grande que tenías en el Ministerio. Quizá no era tan
grande pero para mis ojos de niña pequeña si...como lo era también
aquella moneda de 50 pesetas que me diste y que me dediqué a dibujar
en un papel.
Después llegarían los fines de semana
en Becerril donde aprendí a temer a Manuel por los mordiscos que me
daba, a reírme con la perra aspirador, a esquivar la piscina con
agua sucia (en aquel entonces no se vallaban). Recuerdo a la abuela
asustada llamando el 23 F porque estabas en el Congreso. Al día siguiente nos
contaste que habías pasado miedo pero por suerte sólo fue un susto.
Me acostumbré a verte en celebraciones
familiares, sobre todo en aquella misa de todos los abriles. Mientras
yo crecía me iba dando cuenta de lo bajito que eras y nos reíamos
con la historia de que hiciste de celestino de mis padres mientras
eran novios. Te mandaban a cuidarlos y mi padre te sobornaba con un
whisky para que miraras para otro lado. Allí debió de empezar tu
afición por esa bebida
Así que cada navidad que venías a
casa yo preparaba el hielo y la botella para que te tomaras la copa
después de comer. Recuerdo que era lo único que me alegraba el día
de Navidad, tu aparición. Llegabas con Rosa y yo me sentaba al fin
agradecida de poder verte y charlar. Nos contabas cosas de la
política, la economía y lo que yo llamaba la verdadera Historia.
Esa que no saldrá nunca en los libros. Debatíamos siempre con mucho
humor negro. Porque eso nunca te faltó. El humor negro tan de
nuestra familia.
Siempre recordaré con especial cariño
cuando me sacaste del armario la navidad pasada. Te bastó con
enseñarme una toalla con una sirena y preguntarme...has visto una
así alguna vez?...y te dije que no, pero que si me la encontraba me
la quedaba.
Siempre disponible, entre el maremagnun
de tu trabajo que fue tu vida pero que encontraba hueco para nuestros
problemas y siempre una solución. Conjugando esa doble vertiente,
tan pública y privada...un poco de personaje y un mucho de ti.
Ayer te fuiste. Así, sin más. Ya no estás. Ya no podré hablar contigo. Ya no podré mandarte una postal desde Nueva York como te prometí. Ya...ese ya maldito que se me ha clavado en el cerebro desde que me llamaron para decírmelo. Y todavía no lo creo.
Hoy me siento un poco huérfana. Por
algo te pedí que fueras mi padrino. Te quiero Jesús.