domingo, 23 de abril de 2017

Mujeres Guadiana


Te esperé tantas noches mientras vivía cada día...

Fueron meses de "me gusta", de palabras, de comentarios en redes sociales, de chateo sobre temas comunes, de acercamientos virtuales que desembocaron en tu petición de quedar. Fue tu empeño por ponernos piel, por mirarnos a los ojos, o tal vez sólo mirar al frente juntas, no sé. Pero tengo claro que fuiste tú la que dio el paso. Ese que mi maldita timidez me niega siempre.

Y después de risas, de paseos, de recuerdos de madera, de hablar sobre las piedras que adornan nuestras calles, una leve promesa de repetir. Si, cumpliste, cumplimos, aún cuando no hacía falta ser adivina para hallar tristeza en tu mirada.

Pero mientras, mi admiración crecía, porque soy mitómana, porque soy gilipollas. Porque a las mujeres que me gustan las observo de cerca y las termino admirando. O quizá porque a las mujeres que admiro me terminan gustando. El caso es que te encontraba especial; extremadamente "polite", tan formal y educada. Te sentía especial. Porque las mujeres que admiro y que me gustan me terminan pareciendo especiales, únicas, con esas habilidades, dones, capacidades, características que las hacen diferentes al resto de mujeres que puedo querer mucho, pero que no me gustan, que no admiro.

Y tú, desde tu altura cultural y física me tenías convencida de que había encontrado un grano entre la paja, una mujer de las que merecía la pena enamorarse. Por suerte no me dio tiempo a hacerlo.

Porque tras varias quedadas tus mensajes se fueron espaciando, los planes languidecieron y las risas cesaron. Porque con la llegada de los días cortos la espera se alargó. Y ya no parecías dispuesta ni tan apuesta.
Y de repente, toda tu educación desapareció tras una mentira, toda tu presencia se ocultó tras ese tiempo que nunca tienes por estar ocupada en tomar una caña con las amigas.

Y así, de la noche a la mañana desapareciste. Te convertiste en una mujer Guadiana, de las que dan media vuelta y en un inexplicable acto mágico desaparecen de tu vida.

Tuve la suerte, Manuela, de que me dejaras una enseñanza. No existe ninguna mujer especial. Te imagino levantándote de la cama un lunes, con resaca y diarrea, los pelos revueltos y el alma erizada. Te imagino camino del trabajo, con ese despiste que tan bien te sienta y me dibujas una sonrisa en el rostro. Porque tu desaparición y la que ha habido después de la tuya, no han mermado mis ganas de salir, transitar, encontrar caminos, sortear mi zona de confort. Porque si vosotras no queréis, yo acepto. Ya llegará el momento. Ya llegará la mujer. Sólo tengo que recordar que no es especial- Nunca más que yo.


viernes, 14 de abril de 2017

...Y hace un año


Estaba releyendo ahora mis post de hace un año. Uf! qué mal cuerpo me pone releerme, qué angustia me asalta de nuevo.

Hace un año, más o menos... tuvimos que ingresar en Urgencias a mi madre. No podía andar 3 pasos sin ahogarse. Y en ella, que siempre fue muy bruta, toda fuerza de voluntad, era algo que suponíamos grave. Llevaba años arrastrando una enfermedad degenerativa pulmonar y todo nos hacía pensar que había llegado la etapa final.

El neumólogo no nos daba muchas explicaciones más allá de lo que nosotros veíamos. De repente se convirtió en una persona absolutamente dependiente. No podía ni siquiera andar por casa. Teníamos que hacerle todo.

Recuerdo el bajonazo anímico que di, acostumbrada como estaba a verla siempre tirando del carro. Me mataba verla tan frágil, tan necesitada, tan asustada, tan poco ella. Nos preparamos para lo peor. Y yo, anticipando el duelo, intentaba negociar con un Dios en el que no creo, que la dejara llegar al verano.Cuando pasó, pedí que llegara a octubre para poder conocer a mi sobrino. Mi sobrino nació y aunque ella había mejorado algo con el oxígeno que llevaba las 24 horas todavía era incapaz de valerse por si misma.

Dio un nuevo bajón y las Navidades fueron horribles. Mi padre que se había mantenido medio sereno hasta entonces, nos habló con mucha tristeza y pesimismo. Para entonces mis ánimos y mis fuerzas estaban por los suelos.

No creo en los milagros. Pero lo cierto es que a día de hoy, mi madre ha superado una complicación asociada a su enfermedad y aunque no tiene muchas fuerzas puede valerse por si misma en casa, sale un poco a la calle y hasta es capaz de coger (de momento) a mi sobrino en brazos. No sabemos cuánto durará así, si volverán las complicaciones o si la enfermedad se la llevará el día menos pensado, pero me aferro a este presente que nos ha concedido una tregua.

He querido contaros esto para explicaros el motivo por el que dejé de escribir. Dejé todo lo mío de lado y me he dedicado durante todo el año pasado y principios de este a cuidar de mi madre y ocuparme sólo de lo más básico para mí... el trabajo y la asociación. Mi angustia de esos meses, todo mi miedo, mi profunda tristeza, me hicieron desconectar del blog y de mucha gente que se acercaba a través de aquí o del mail, o de mensajes para preguntar o hablar.

Quiero pediros disculpas a las que os dejé sin respuesta. A Tuki, a una tal MRosa, con sus mails, a Laura que quedé en llamarla después del puente de diciembre...  He necesitado casi tres meses para reconectar conmigo, para dejar de llorar y temblar, para empezar de nuevo a ocuparme de mí. Me miro en el espejo y me asusto porque veo en mi cuerpo las señales de todo lo que ha sucedido este tiempo.

Quiero agradeceros a las que de algún modo habéis estado acompañando. A Siempre Suya y Laquetecuén, tan acogedoras, a Rizos, Ol y Ozé por llenarme de risas, a RosaM por las charlas del Instagram, a mis heteras, incondicionales y tan humanas, a mis compañeras de vida, mis peluditas... a mis ex (y a las que en este tiempo han salido corriendo en dirección contraria...) con todas he pasado algún buen momento. En definitiva, a las que mantienen el contacto más allá de las paredes de este blog y con delicadeza y respeto han permanecido cerca. Qué bueno poder contar con personas así que me mantenían atada a la tierra y me apoyaban tanto. La vida sigue.


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