viernes, 29 de abril de 2011

Nuestro primer baile

Era media tarde cuando me llegó tu mensaje. Sugerías quedar en el Templo de Debod para dar un paseo.

Allí estaba yo a las 9 de la noche. La última luz iluminaba Madrid. Hubiese deseado que te adelantaras para ver atardecer desde su mirador pero la puntualidad no ha sido nunca tu fuerte. Aún así, sólo te retrasaste cinco minutos. El tráfico está horrible, me dijiste.

Subimos las escaleras con el cielo ya oscuro. Nos detuvimos frente al templo, abstraidas, contemplando en silencio el contraste entre la iluminación del monumento y la noche cerrada. Lo rodeamos lentamente. Hacía muchos días que no salí por la tarde. La temperatura era muy buena. El dulzor de las flores de los árboles me llenaba el pecho.

El olor fresco que desprendía tu piel provocó que te diera la mano. Quería pasear de tu mano, si. Ese gesto sencillo fue el primero que tu ve hacia ti. En mi interior se entre mezclaban la ternura y el temor. No quería apresurar nada.

Mientras me hablabas sobre tu deseo de comprar una casa en mi barrio escuché a un hombre tocando el saxofón a los pies de una palmera. Recuerdo que pensé...es el momento!

Me puse frente a ti son hablar, tan sólo era capaz de sonreirte. Me miraste desde el profundo de tu verde sin acertar a descubrir lo que estaba pensando. Te abracé y comencé a moverme lentamente. Pensé que te avergonzarías de que la gente que pasaba a nuestro lado se quedase mirando, pero me sorprendiste siguiendo mi paso. Te notaba un poco tensa entre mis brazos, pero te dejaste llevar por las melodiosas notas del saxofón.
No sé cuánto tiempo transcurrió. Tal vez unos cinco minutos, hasta que aquel hombre acabó su pieza. Nos separamos y seguimos caminando mientras yo asistía a tu risa nerviosa. Conociéndote, era lo mínimo que podía esperar después de mi impulso.

Terminamos el paseo y propusiste ir a cenar. Brindamos con vino por los instantes mágicos, por la primavera de Madrid y por el improvisado baile.

Después, la sorpresa me la llevé yo cuando me dijiste...”Está siendo una noche llena de magia, poesía y luna. Me enamoro de ti”.

Te mentiría si te dijese que no me emocioné. Mi piel reaccionó erizándose. Tras unos segundos sopesando qué decirte te comenté que ya no somos adolescentes y que además de palabras yo necesito hechos. Hablamos de tu situación. Me puse en tu piel, como he hecho otras veces. Y precisamente por eso necesito hechos, porque como te dije lo mejor de ti está por salir.


Tras despedirnos con un suave beso en los labios subí a casa sonriendo. En los días siguientes me llamaste, me invitaste al teatro, a comer, me acompañaste al médico....Hoy me ha llegado un ramo de rosas malvas. En una sencilla nota has escrito “Te quiero”. 

Yo también te quiero. Lo sabes. Y espero que a nuestro primer baile le sigan muchos más cuando decidas que el mundo desaparece al abrazarnos...cuando descubras que lo más importante de tu vida eres tú y que a partir de ese tú podemos construir un nosotras.


PD  Zoe me pide que te agradezca en su nombre el ramo...también le ha gustado mucho. De hecho le ha gustado tanto que lo he tenido que subir arriba de la estantería porque ha empezado a comerse las hojas verdes que trae...


jueves, 21 de abril de 2011

En su propia piel

No lo habían hablado previamente, pero desde el principio hubo un acuerdo tácito de no tocarse. Simplemente se mirarían, dejando que sus ojos hicieran de manos, que el sentido de la vista y del tacto residiera en sus pupilas.

Ella tenía miedo. Era la primera vez que se desnudaba ante una mujer. Muchas veces había pensado en cómo sería el momento y lo cierto es que entre sus miles de fantasías nunca había surgido una situación como esta. Tampoco tuvo que pensarlo mucho. Después de casi 45 años por fin tenía la oportunidad y se sentía lo suficientemente cómoda. El miedo provenía más de no saber cómo reaccionaría Chris.

Llevaban días bromeando sobre la idea. Esa clase de bromas que esconden el temor a expresar en voz alta un deseo. Y de pronto ella decidió afrontar la situación.

¿Quieres que me la quite? le ofreció mientras cogía con delicadeza el pliegue de su oscura camiseta.

Chris apenas acertó a asentir con la cabeza. Con esa respuesta bastaba. Ella se fue levantando lentamente la camiseta dejando al descubierto su piel tostada. Después con un movimiento que delataban sus nervios se desabrochó el sujetador. Desnuda. Su primera vez...

Cogió el bote de crema y se echó en la mano. Suavemente fue deslizando la mano. Primero el antebrazo, el codo, la zona del biceps y el triceps y terminó en el hombro. Rrpitió la operación con el otro brazo. No podía despegar la vista de la cara de Chris, atenta a su reacción. Le miró a los ojos y la vio con las pupilas dilatadas siguiendo con absoluta atención sus suaves movimientos. El miedo se transformó en una confianza que rápido alcanzó su corazón.

Así que esto era...pensó. La sensación de desnudar tu cuerpo y tu alma por primera vez ante una mujer...
Sintió una calidez que emanaba de su vientre y ascendía por su pecho. Siguió frotando delicadamente la crema por su cuello. Prestó especial atención a la parte de atrás. Pronto la rigidez dio paso a la flexibilidad. Echó la cabeza hacia abajo. Por un momento dudó si al subirla encontraría a aquella mujer aún ahí o habría desaparecido. Levantó la vista para descubrir que Chris seguía al otro lado. Podía oir perfectamente su respiración pausada. Recuperó en su mente el olor a la colonia de Calvin Klein de Chris.

Mientras frotaba firmemente sus hombros jugó a cerrar sus ojos. Dejó que su imaginación volara pensando que eran las manos de Chris las que masajeaban sus cervicales y trapecios. Podía sentir el olor de la colonia y la dulzura que le adivinaba en los movimientos
Regresó a la realidad para recuperar esa sensación de plenitud y armonía entre su interior y exterior.

De nuevo llenó su mano de crema. Al tocar la parte superior de su pecho fue consciente de que su anatomía no seguía los cánones imperantes. Sus pechos voluminosos mostraban las consecuencias de haber amamantado bebés, algo que la hacía sentirse orgullosa. Deslizó su mano entre ellos para después acariciarlos mientras notaba como su piel agradecía la crema absorbiéndola.

Chris no podía apartar la vista. Hasta entonces había aprendido que aquella mujer era libre, no se plegaba a los gustos, los deseos las expectativas o las exigencias de los demás. Descubrió que además obviaba los mandatos sociales del culto al cuerpo y que esa alegría de vivir que la caracterizaba se reflejaba en cada pliegue de su piel. Sabía que no hacía falta tocarla para trasmitirle con su mirada el deseo que la llenaba.

Ella dejó el bote de crema. Se quedó mirándola a los ojos y al fin, después de casi 45 años, descubrió el significado de la sensualidad en su propia piel.



lunes, 18 de abril de 2011

Esquilada

Hoy me he esquilado. Quizá sea preferible que utilice ese término en vez de decir "me he cortado el pelo". Cada vez que digo que voy a cortarlo la gente me suele mirar con cara de incredulidad y me dicen... más?
Y a mí me toca aclarar que de longitud no me lo corto mucho. lo que más hago es descargarme, quitarme pelo. Porque tengo tal cantidad que puedo asegurar sin temor a equivocarme que nunca me quedaré calva.

Sergio, mi peluquero me dice que nunca ha visto nadie que con el pelo tan corto tenga tal mata. Además es tan compacto que se hace una masa y cuando yace en el suelo parece una rata.


Para volver a casa he cogido el autobús. Había varios asientos libres y he escogido uno junto a una ventanilla por donde daba el sol. En el asiento del pasillo una señora de unos 50 años. Cuando he llegado hasta ella le he pedido con educación...¿Me permite?
La señora en vez de levantarse simplemente se ha girado sacando sus piernas del espacio por donde yo debía pasar.

No he podido evitar decir en voz alta..."Pues malamente". Y yo que tengo "fondo de culo", no he tenido más remedio que pasar por el espacio que me dejaba. Supongo que no le habrá resultado muy agradable encontrarse con mi culo en su cara.  

Me fastidia mucho la gente que no se menea en los asientos del autobús para dejarte pasar. Como las señoras que te ven en el asiento del pasill y siempre te piden que se lo cedas porque se van a bajar enseguida aunque vayan hasta el final de la línea!!

viernes, 15 de abril de 2011

Primavera en Madrid

Esta mañana salí a poner un paquete a correos. Volví a casa dando un paseo por el Seminario. Pese a su significado es un edificio que me gusta mucho. (Os debo una foto de su fachada delantera. Esta mañana se me había acabado la batería de la cámara).

Y es que me apasiona la arquitectura de Madrid. No entiendo del tema a nivel técnico, pero me encanta pasear por las calles de esta ciudad e ir descubriendo rincones y edificios preciosos.

Es primavera en Madrid. La ciudad recobra la vida. Sus calles se llenan de gente dichosa. Vidas anónimas, tal vez no tan redondas, quizá llenas de aristas que sortear, muros que derribar y esquinas que pulir. Paseo por los parques cercanos a mi casa disfrutando de la buena temperatura y del rumor que ofrecen las otras vidas.

En el templo de Debod, contemplo los juegos de reflejos en el agua mientras allá al fondo resuena un saxofón que me recuerda a la dulzura que embriaga a Madrid en Mayo. El olor a flores presagia la llegada de la luz, de esa luz que inunda mi ciudad cada primavera y que hace renacer en mi alma la ternura y pasión por la vida.

Templo de Debod con cuarto creciente...precioso!!

lunes, 11 de abril de 2011

Al final del arco iris

Cuando los días se confunden y da igual si es martes o sábado porque todos se parecen entre ellos, cualquier día puede servir para hacer cosas, para estar a gusto, para encontrar tranquilidad...pero sólo unos pocos son realmente especiales.

Ayer, como un domingo más salí a pasear con la Abuela Cebolleta. Ups!! me toca hacer un inciso. Le comenté que la llamaba así en mi blog y me dijo que no le gustaba nada. Así que de ahora en adelante tengo que utilizar el nombre por el que todas y todos la conocen, especialmente en ambientes feministas...Vito.



Como iba diciendo, ayer Vito y yo salimos a dar nuestro paseo dominguero. Solemos acercarnos hasta el lago de la Casa de Campo, lo rodeamos, tomamos algo y de vuelta a casa. 






Unas dos horas y media habitualmente de andar y charlar acerca de nuestros temas personales, de feminismo, de política, de Historia.... Hay una Historia que presumo que muchas de nosotras no conocemos de primera mano...cómo se vivía el lesbianismo en la España de los 80 y primeros 90. Nos han contado hace poco cómo eran las lesbianas durante el franquismo, y por supuesto, se ha documentado de muchas maneras la Movida. Pero ¿cómo eran las lesbianas españolas que comenzaron su lucha en los 80? ¿Qué hacían? ¿Cómo se divertían? ¿En donde se reunían para socializar? Creo que alguien debería escribir sobre ellas porque es la base de lo que ahora estamos viviendo tantas...

Sentada en la terraza de su casa y mientras conversábamos acerca de lo que le debe la lucha feminista a las lesbianas, admiraba el edificio del Seminario, que me encanta. 
Cuando estoy en su terraza dejo que las flores de jazmín me embriaguen y que el sol disponga de mi piel para llenarme de calor y color...




Por la tarde fui a ver “Al final del Arco Iris” en el teatro Marquina. Natalia Dicenta trasmutada en Judy Garland. Energía pura. Drama disfrazado de comedia. La dureza de una vida enganchada a los sentimientos. Las adicciones que combaten el terrible miedo a la soledad. -Y una voz que te lleva a algún lugar más allá del arco iris.

Tras una cena tranquila en que la estrella fue el lambrusco, una conversación interesante de madrugada para dejar paso a un lunes lleno de sol y silencio.

 

* No es la canción original pero es una versión que me encanta



lunes, 4 de abril de 2011

La soledad deseada


Llevo de baja casi cinco meses. En este invierno no sólo climatológico sino también de mi vida, he pasado frío, miedo, nervios, tristeza...He aprendido a escucharme como nunca antes lo había hecho. He descubierto que las causas por las que estoy así no iniciaron el 12 de noviembre, el día en que fui al médico llorando sin parar, con una taquicardia tremenda, temblando, la tensión por las nubes y con calambres en el cerebro.

No. Todo empezó mucho antes, hace dos años y medio. Cuando en el trabajo me cambiaron de departamento y yo no supe asumir ese cambio en mi vida. Era una situación que viví de forma humillante y desde ese momento comenzó un descenso imparable hasta el pasado mes de noviembre en que mi cuerpo dijo...”hasta aquí”


Lena y yo en el concierto de Tiza
Desde entonces, me encerré en mi casa y apenas salía para ir a mis citas médicas. Pasaba el día sin hacer nada realmente. Las horas se descontaban del reloj sin que yo lo supiera y así enlazaba días y noches. Mi contacto con el exterior se reducía a lo poco que escribía en el blog. Algún esporádico encuentro con bolloblogueras que aunque disfruté mucho no pude aprovechar por no encontrarme bien. Y a largas conversaciones de madrugada con el otro lado del océano.

En todo este tiempo no dejé que nadie viniera a mi casa. De forma inconsciente lo evitaba. Era mi refugio, el lugar donde encontraba la soledad deseada. Ese espacio en el que se entremezclaban las emociones con el silencio de una forma que a la larga ha sido hermosa.

Me he dado la oportunidad de recomponer mi espacio personal, de aprender cuales son sus límites y cuales sus fronteras, a veces cercanas entre si y otras veces tan alejadas... He percibido mis mareas internas y las he escuchado como quien oye el ritmo del mar, dejándome mecer por su ir y venir, aprendiendo el modo en que necesito hacer las cosas, sin presionarme, sin meterme prisa.

Debido a las circunstancias me vi obligada en un momento determinado a compartir mi espacio con mi hermano y fue entonces cuando supe que hay personas que se sienten solas aún rodeadas de gente. Y que la soledad que algunos traen consigo es algo demasiado hermoso como para despreciarlo porque te da la oportunidad de escucharte, en medio de latido de la vida.

Poco a poco ha ido desapareciendo esas necesidad de estar sola. Bajé a Granada a celebrar la vida,  escuchar ritmos muy diferentes de los míos, a respetar los espacios de las demás y a darme la oportunidad de acercar mis fronteras a mis límites. Cuando volví, supe que estaba preparada para compartirme de nuevo. Y llegó mi amiga, mi nueva compañera, Zoe, con su propio ritmo y su peculiar definición del espacio. Ahora ya me nace el invitar a gente a mi casa, a este piso pequeño, a estas paredes burdas que han albergado mi deseada soledad y que a pesar de no ser bonito está pintado con mi esencia.

De forma paralela he aprendido a perdonar a las personas que me hicieron daño en este viaje que inicié hace dos años y medio. Y por encima de todo, he aprendido a perdonarme a mí misma, a tratarme con la ternura que habitaba en mi corazón y en mis manos y a la que no daba la oportunidad de mostrarse.

Los que me conocíais antes de iniciar todo este proceso y me veis ahora me decís que he adelgazado mucho. La báscula dice que diez kilos. Pero yo creo que se equivoca. No he adelgazado, simplemente he crecido.

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