Hace mucho, mucho tiempo, en una galaxia muy lejana llamada ParentsJaus (useasé, la casa de mis padres) vivía yo mi postadolescencia y primera juventud.
Salía con la gente del barrio entre la que se había extendido el extraño rumor de que yo era bollera. No entiendo de dónde habían podido sacarlo, puesto que vivía encerraica en el armario.
Cuando comencé a tener mis primeras relaciones decidí abandonar a aquel puñado de hipócritas y salidos homófobos que realmente no me aportaban nada positivo. Desde entonces, no fui cantando alabanzas acerca del lesbianismo por el barrio pero tampoco me cortaba a la hora de ir con alguna chica de la mano.
Así transcurría mi apacible vida. Durante la tarde iba a trabajar y por las mañanas estaba en el Museo. El Museo es como llamaban mis amigos a la casa de mis padres. No porque hubiera obras de arte sino porque no se podía tocar nada y todo tenía que estar impoluto.
Para que os hagáis una idea, es un bloque construido en los primeros años 70, pero nada queda del piso original. Desde el año 84 mis padres han ido reformando la casa. De hecho no ha habido año en que no hayan hecho alguna obra. Existen los adictos a las drogas, al alcohol, a las compras incluso al trabajo. Mis padres, presentan la rara patología de ser adictos a las obras, con el inconveniente añadido de que siempre generaban tensiones y broncas monumentales.
Conociendo esta adicción os podéis imaginar lo perfecto que tiene que estar todo siempre en esa casa. Sin polvo acumulado, con cada cosa en su sitio...Mi progenitora es capaz de saber si has movido un marco un sólo centímetro en cualquier dirección.
Dentro de todas estas obras que hicieron, lo que nunca tocaron fue mi segunda habitación. Cuando fuimos a vivir allí mi hermano tenía 4 años y yo 3. A mí me pusieron en una habitación típica de niña, con un edredón de flores rosas (me sale un sarpullido al recordarlo) y unos muebles años 70 que me horrorizaban.
La habitación de mi hermano era mucho más pequeña. Le hicieron un mueble a medida que ocupaba toda la pared. De ese mueble salía en horizontal, una cama de 80 centímetros de ancho y 170 de largo. Cuando la cama estaba sacada, apenas quedaba espacio entre ella y la mesa para levantarte por la noche.
Al llegar a la adolescencia, mi hermano creció y los pies se le salían de la cama. La solución que encontraron mis padres fue cambiarnos de habitación. Claro, él no se iba a quedar con el edredón de flores. Le hicieron un cuarto nuevo, con una cama mucho más grande y mullida que aquel viejo colchón hundido sobre el horrible somier atornillado al frontal de la cama.
En mi caso...heredé los muebles de mi hermano. Al ser una habitación tan reducida tendrían que hacer otro mueble a medida y como yo cabía en aquella cama pensaron que no valía la pena.
Os podéis imaginar que en cuanto ellos se iban un fin de semana o de vacaciones y yo tenía ligue cambiaba mi cama de 80 de ancho por su cama de matrimonio. Inocente de mí, pensaba que no se daban cuenta de que la utilizaba.
Lo curioso es que nunca sospecharon de mi hermano, sino que le preguntaban directamente si yo había llevado a casa a alguna “amiga”. Vivan los eufemismos!!!
Continuará...
Me late que a tu madre en mi casa le puede dar el gran patatús... ¿cómo puedes mantener sin polvo una casa en obras? con mucha neurosis, ya lo se...
ResponderEliminarEspero la próxima entrega ;)
besos
parece una narración bastante agridulce...pero el pasado es solo eso, pasado. lo que importa es el presente.
ResponderEliminarun beso
Lo mejor del pasado es que es pasado...
ResponderEliminarun beso!!
jajajaja todas las familias tienen cada historiaaaaa jajaja. En fin, la mía se mudaba cada dos por tres.
ResponderEliminarDeseando leer el resto.
Besos!
pppuffff no se que es es peor si tu familia o la de morgana mudándose. son las cosas m´s estresantes que hay (mudarse, fallecimiento, obra, camvio de trabajo) jajajaja me parece muy sabio eso que dices de las adicciones, debe ser que con el stress y las broncas producen unas ----inas a las que ya deben estar enganchados!!
ResponderEliminar(¿hemos vivido hace poco la escena que motivo este post?)
joé, ninguna familia se libra de las prescripciones de género a la hora de decorar las habitaciones??? niña, rosa, niño, azul o cualquier otro color que no se rosa, claaaaro.
ResponderEliminarYo también espero la segunda entrega de este relato!!
tu madre es mu lista!!! jajajaja
Abracitos para Zoe y para ti
OH señor...¡cómo me suenan estos episodios!
ResponderEliminar(déjalo correr...)
Para tod@os...gracias por vuestros comentarios.
ResponderEliminarLa intención de este post no es quejarme sobre la forma de vivir de mis padres (aquello ya pasó) sino poneros en antecedentes para que entendáis mejor la segunda parte...
Conozco gente como tu madre, con obsesión por la limpieza y el orden, siempre me he preguntado de dónde les nace esa forma de ser tan peculiar, y de dónde nace que otras personas no nos compliquemos la vida con esos temas, en qué radica ese comportamiento.
ResponderEliminarSoy la pequeña de 4 hermanos, la Benjamina como me llaman ellos, y siempre me toco reciclar ropa y muebles, en su momento molesta un poco, pero ya con los años, recuerdo esa ropa y esos muebles con mucho cariño.
Un beso españolita y seguiré esperando los siguientes capítulos.