miércoles, 6 de noviembre de 2013

Hay días...

Hay días en que te levantas con una mala sensación, como si supieras que no te va a ser propicio, que no te corresponde ese mundo que hay ahí, fuera... que tal vez no deberías ni asomarte...

Aún así la obligación del día a día te fuerza. Te levantas, vas a trabajar un día más. Asistes a una nueva representación en ese teatro absurdo que es tu trabajo. Intentas olvidar que no levantas España precisamente y te centras en las rutinas administrativas.

A la salida encaminas tus pasos a uno de los sitios de tu recreo, a lugares de reposo... Sonrisas, abrazos, besos y hasta un masaje facial. Pero el runrún sigue ahí, a la vuelta de la esquina de tu alma... acechando cada resquicio asomando en las sonrisas esquivas que intentas prodigar sin conseguirlo...

Pasos rápidos, mimos gatunos, un último vistazo a fotos del pasado que tanto han removido tus últimos días y te encaminas al taller donde reparan enlaces y vínculos, donde te guían en el camino hacia ti misma. Disfrutas construyendo una burbuja personal. Disfrutas debajo de una sábana, con los ojos vendados y escuchando a Ludovico. Al fin las lágrimas aparecen y caen mansas. Dejas salir la angustia que te está lastrando desde hace una semana. Y descubres que a pesar de que has querido ser Gulliver, allí, bajo el cobijo de la sábana, en los textiles límites de tu nuevo espacio personal empequeñeces hasta recuperar el tamaño de la persona que siempre has sido. El justo, el que no intenta abarcar lo que no puede.

A la vuelta, agotada de ese largo camino hacia ti misma, calmada al fin después de tantos días de nervios, piensas sonriendo que es un hermoso regalo quedarte contigo misma. Que no todo está perdido si eres capaz aún de reencontrarte y mimarte. Y una vez más, te comprometes con la vida, con esa sencillez que siempre has buscado, con esa calidez que emana de los sentimientos alegres...

En casa intercambias palabras, cariños y buenos deseos...  te ocupas de familia, amigas, pareja... y cuando te metes en la cama te dejas un minuto para disfrutar de la visita nocturna de Zoe y Lúa que se acercan para darte las buenas noches y que te dedican sus últimos weeee y miá respectivos.

En ese momento, cuando tus ojos pugnan por cerrarse presos del cansancio del día, es cuando recibes las últimas palabras... las que duelen, las que te recuerdan el presagio de la mañana, las que cierran con un portazo y te dejan temblando. Las que transforman sonrisas en tristeza.

Y es que hay días en que debería olvidarme del mundo y quedarme quieta bajo una sábana escuchando a Ludovico.


7 comentarios:

  1. A todas nos pasa en algún momento pensar “ y hoy porque . . . me habré levantado” pero hay que hacerlo y seguir o nos perderíamos lo bueno de la vida, que lo tiene Chris pero hay que estar ahí para ir cribando.
    Un petó,

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  2. A veces todo es un "sinsentido" sii lo piensas mucho, pero tienes suerte, y no sé si te lo he dicho alguna vez, de tener tan cerca todo lo que te hace feliz. Tienes suerte, ( sí, me repito y te lo grito... )!!!!!!! Porque a pesar de tus quejas....si lo piensas, tienes a mano el cielo.

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  3. quédate con esto:

    "calmada al fin después de tantos días de nervios, piensas sonriendo que es un hermoso regalo quedarte contigo misma. Que no todo está perdido si eres capaz aún de reencontrarte y mimarte."

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  4. No todo está perdido,no todo está perdido, no todo está perdido,no todo está perdido,no todo está perdido,no todo está perdido. Y así hasta el infinito.

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  5. ...sencillez y afectos, fundamental. Sin más zarandajas (creo que jamás he dicho esa palabra, en mi vida) un beso, o abrazo, o eso, lo que sea, yo que sé!!!
    Piedra.

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  6. Llegue a Ludovico por ti, no puedo escucharlo sin pensarte.
    Abrazos trasatlánticos Koalita.

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