martes, 6 de julio de 2010

Un instante


Recuerdo haber subido sin saber exactamente lo que encontraría, vadeando en ese territorio que media entre la incertidumbre y la expectativa. A pesar del cansancio mis pies cobraron vida propia y ascendieron por los escalones con el ansia del que espera algo mejor siempre.

Me asomé a través de una cortina para descubrir que lo que buscaba se encontraba allí, en una zona vedada. No quise perderme en la decepción y seguí subiendo hasta la séptima planta, mi destino final. Cuando traspasé la puerta me di cuenta de que era mucho mejor de lo que me había atrevido a imaginar.

Me acerqué a la barandilla. Alargué la mano torpemente, dibujando en el aire el perfil de aquel edificio, resiguiendo sus contornos, recortándolo contra ese cielo de un Madrid anochecido. Acaricié en la lejanía la figura de la Victoria alada, para mí un ángel, intuyendo en sus formas el cuerpo que ansiaba en realidad. Pude apreciar a través del espacio de la memoria el tacto sedoso y la curvatura donde solía jugar a perderme.

En un instante cerré los ojos. Detuve el tiempo. De nuevo quise convertir mis sueños en recuerdos. Asumí que la realidad no es más que una brizna que en ocasiones hiere demasiado. Allí, con la noche susurrando la dulzura del verano, alcancé la paz y tranquilidad que proporciona el saber que todo es fugaz salvo el sentimiento. Mi mano extendida por fin rozaba el lugar donde mi voz alcanza a pronunciar tu nombre. Ese lugar donde una vez recuperé la sencilla sensación de estar viva

3 comentarios:

  1. Los sentimientos también son fugaces a veces :-). Un besote!!

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  2. muy hermoso... nostálgicamente hermoso!

    Alguna que otra brizna de realidad también puede curar, no sólo herir. Piénsalo!!

    Abracitos salinos

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