Hablaba el otro día con una amiga feminista. De las que andan metidas en organizaciones, que se pasan el día peleando por nuestros derechos, haciendo propuestas al Gobierno para mejorar la situación de las mujeres... Admiro mucho el papel de estas personas, casi siempre dejando de lado necesidades propias para atender al bien de la mayoría. Eso si, nunca he querido meterme en una organización feminista. Simplemente con lo que me cuentan quedo escaldada.
Las organizaciones feministas no dejan de ser círculos donde existe el objetivo de alcanzar el poder, de llegar a obtener un reconocimiento, un estatus y donde hay muchas luchas tanto a nivel interno como entre organizaciones. Además, todavía no he encontrado ninguna que defienda todos mis derechos y que apoye mi forma de vivir.
Decía que hablaba el otro día con mi amiga. Estábamos comentando acerca de un texto que ella había escrito para un calendario de su organización en el que mencionaba todas las formas de violencia de género. Entre ellas, la imposición cultural que se ejerce sobre las mujeres.
Hablaba ella de que a las mujeres se nos deposita la carga no sólo de trasmitir los valores que cada comunidad establece, sino además defenderlos. Valores, que por supuesto han nacido desde el Patriarcado y que nos han sido inculcados por los hombres sin darnos la oportunidad de discutirlos o negociarlos antes de asentarlos como valores absolutos.

Si. Para mí, la dictadura de la moda es el burka occidental. Estoy harta de ir de tiendas y no encontrar ropa que me agrade verdaderamente. Los diseñadores, hombres en su inmensa mayoría, se empeñan en vestir a las mujeres según sus fantasías. Y en ellas, todas (clones, desde luego) aparecemos femeninas, sumamente femeninas.
Haced la prueba. Escuchad en la televisión cuando hablan de un desfile de moda. Pasarela Cibeles, Pasarela Gaudí, Semana de la moda en París, Nueva York o Milán. Me da igual el país occidental del que se trate. Siempre, las informaciones empiezan diciendo “Bla bla bla...para la mujer muy femenina...” Hasta cuando las han vestido con trajes masculinos.
Está claro que quien no se somete a esa dictadura occidental sufre las consecuencias. Si quiero otro puesto de trabajo en mi empresa yla compañera que se sienta al lado mío también opta a él, tengo claro que se lo darán a ella porque representa el ideal femenino... falda, tacones, maquillaje...
No sólo soy discriminada por mi orientación sexual sino que mi aspecto físico es un obstáculo también. En este punto llegué a discutir con mi amiga. Ella sostenía que el hecho de ser masculina no me impedía nada. Cómo que no!! Mis mejores amigas hetero siguen empeñándose de vez en cuando en que con un poco de pintura estaría mucho mejor. E incluso mi amiga, feminista, lesbiana y femme, pone cara rara cuando encuentro alguna prenda masculina que me gusta y me la quiero probar.
Ella me decía que a las mujeres árabes se les niega el acceso a sus derechos y que al menos en occidente si tenemos derechos. Tengo que reconocer que llegados a este punto me exalté. Le dije que el hecho de que viviera en un país occidental, en un estado de derecho, en una democracia, no impedía que se me discriminase por mi apariencia masculina, por no seguir los dictados de la moda y por no ser un clon callado como la mayoría de las mujeres. La diferencia, sentencié, es que en los paises árabes si te niegas a seguir las imposiciones culturales, sabes a lo que te enfrentas, a la lapidación. Y aquí, en esta democracia, a mi me lapidan a diario por la espalda. Así que al menos en los países árabes no existe la hipocresía que yo tengo que soportar constantemente.
Y tuvo que darme la razón.