miércoles, 29 de agosto de 2012

El tinado


He pasado el fin de semana en un tinado en la sierra de Madrid . Subí pensando que sería un cobertizo chapucero donde guardar el ganado y me encontré con una casa de piedra, con un espacio diáfano dentro, en dos alturas y perfectamente preparada para pasar un par de días geniales.



Perdida, en lo alto del cerro de la Mujer Muerta, a unos 500 metros de un camino que conduce a una carretera comarcal...vamos, aislada...sin luz, sin enchufes y con la batería del móvil a punto de acabarse. Si...eso es desconectar de verdad...

A mis pies el valle con el Atazar...Lejos, muy lejos...se percibían los perfiles de Madrid...pero mis ojos se detenían en la extensión de agua al sur y en el cielo azul sobre mi cabeza...En ese paraje sólo el viento rompía el silencio mágico y de vez en cuando el ladrido de las dos perras que guardan el ganado que sube en invierno...




Tan sólo hacía falta mirar en rededor para conocer la historia del lugar...Las láminas de pizarra ancladas a la tierra, peinadas día tras día por el viento, aparecían dispuestas en la misma dirección... Esa pizarra que los lugareños han utilizado durante años para protegerse del frío, del aire, incluso del sol...



Caminamos por el bosque y nos bañamos junto a la presa. Volvimos a ser las de siempre...mis heteras y yo...comentando lo que nos preocupa o sobre lo que nos hace felices ahora mismo...quizá era demasiado pronto para hablarles de lo que me provoca tantas sonrisas estos días...

De noche, cenamos bajo un manto de estrellas, sintiendo la increíble inmensidad del cielo... Y allí, situada frente a mí, sólo necesitaba alargar mi mano para rozar la osa mayor. En ese instante, mientras pensaba en cómo podría capturar la belleza de lo que veía y regalársela a otros ojos...apareció brevemente una estrella fugaz para animarme a pedir un deseo. Y lo hice.

De vuelta al tinado, prendí las velas que había dispuesto en el suelo para llenar de magia y luz aquel lugar, antes inhóspito. El simple cobertizo para el ganado se transformó en una casa cálida donde abandonarse al placer de sentirse viva. La sesión de risas nocturna bañadas con mojitos caseros sirvió de preámbulo para que las 7 enanitas nos echáramos a dormir agotadas.



Esta semana de nuevo en Madrid, con muchas ganas de mimar a Zoe y Lúa, con la ilusión puesta en el puente que cruzaré en las próximas semanas y la confíanza en todas las estrellas que me contemplaban esa noche y que se han confabulado para ordenar mi universo.

12 comentarios:

  1. qué gusssstazo de sitio!! (y de lluvia de estrellas!)

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    1. alejada por completo del mundanal ruido...no se oía nada!

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  2. Uyuyuy, atención zapadoras!! No me pierdo la siguiente crónica ni muerta, jaja...

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    1. Jajajajaja...es posible que todavía falten unos cuantos post... Tú verás si lees los "mientras tanto".

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  3. Respuestas
    1. Pena...me da la sensación de que necesitas algo parecido a esto...

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    2. pos no, yo vivo en algo parecido a eso... yo lo que necesito es un rumbo que ya voy llocalizando ;)

      besitos

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  4. Que sitio más ideal para “repostar”.
    Que se cumpla tu deseo!!!

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  5. La madre tierra siempre tan inconmensurable!!! (y sanadora)

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