Aquí estoy, desde las 8 y media de la
mañana, delante del post en blanco, tratando de contar algo que
llevo semanas rumiando.
Alguna vez os he comentado que mi
proceso de escritura consiste en interiorizar mucho una idea, una
sensación, un sentimiento...Durante días eso se queda dando vueltas
por mi cabeza y mi cuerpo hasta que cuando está listo remonta por
mis brazos hasta llegar a mis dedos y aparece en forma de letras.
Lo malo de este proceso es que a veces
lo rumio tanto que termina saliendo de forma explosiva. Y algo así
me ha sucedido esta semana. Llevaba muchos días con algo dándome
vueltas, incapaz de definirlo. Lo único que sabía es que me
producía mucho malestar, estaba intranquila. Así que me dediqué a
escuchar a mi cuerpo y a tratar de profundizar más, hasta llegar al
lugar donde se hallaba esa idea que me provocaba desazón.
Estoy muy agradecida por los meses que he
estado de baja porque me ha permitido pasar mucho tiempo conmigo,
aprender a cuidarme,a escuchar las señales de mi cuerpo, a no
maltratarlo tanto como hacía antes,a tener paciencia...Debo llevar
la L de prácticas (la otra también) puesta a la espalda porque
según me dijo Pena Mexicana ayer se nota que soy muy autoexigente. Y
eso que cuando ella me ha conocido me había relajado ya mucho jeje.
El caso es que me he dado cuenta de que
a lo largo de este año he iniciado o puesto en marcha muchas cosas
que no he podido terminar. Igual que mi conocida dispersión, que me
hace tener algo así como 7 libros y un texto del dramaturgo Carlos
Velis pendientes de leer...

Son historias que siento que están sin
cerrar y que se han ido acumulando. Flecos que cuelgan de mi Alma y
que a fuerza de sumarlos forman una bola que me está pesando
mucho...demasiado. He comenzado cosas que me he visto incapaz de
terminar, pero quizá lo que más pesa con diferencia, son esas
historias personales que no están cerradas.
Cuando digo que no están cerradas me
refiero a que siento que quedan colgadas, que falta algo, una
conversación, un gesto, unas palabras que permitan colocar las
emociones donde deben estar. Sé que en determinados casos esa falta
de cierre es por mí, porque no encuentro el valor o el momento para
hacerlo. Tengo una conversación pendiente con mi hermano desde hace
ya muchos años y nunca sé cómo abordarla. Probablemente él ni se
de cuenta de ello pero a mí me pesa demasiado en nuestra relación.
Tampoco pude finalmente hablar con mi
primo. Encontró el trabajo que quería en Galicia y marchó a vivir
allí para poder estar cerca de su chico. Después de vario intentos
infructuosos me ofreció quedar el día antes de marcharse, pero me
parecía que era forzar mucho la cituación y ultimamente no estoy
por la labor de querer forzar nada.

Pero no me queda más remedio que
aceptar que cuando algo es entre dos (del tipo que sea) existe el riesgo de que la otra
persona haga las cosas a su manera y te deje con ese pesar. En mi
afán por no forzar, no se hasta qué punto esforzarme por normalizar
situaciones, pasar página, a pesar de que siempre me quedará
colgando ese fleco y aprender a vivir con el sentimiento de profunda tristeza
que me provoca para algún día conseguir superarlo.
Mi intención es ir cerrando en la
medida de lo posible esos capítulos que me pesan tanto. Habrá
algunos que me cuesten muchas lágrimas y otros que me produzcan las
más tiernas sonrisas. Me pongo a ello. Porque ahora sé que no puedo
dar ni un paso más sin antes terminar de escribir esos renglones.
Porque he conseguido terminar de leer un libro por primera vez en el
último año y eso me sugiere que es el momento de acabar algunos
capítulos... y seguir escribiendo mi historia.