viernes, 13 de noviembre de 2015

Huérfanos de recuerdos

Lo malo de algunas semanas es que no acaban cuando llegan el fin de semana.
Llevaba tiempo sin escribir. No me salía nada. Me quedaba pensando en qué contarme, contaros... y no sabía. Pensé que eso ocurre cuando no ocurre nada. Y me rayaba dándole vueltas a qué ocurre cuando no ocurre nada. Tan lineal que estaba intranquila, con mala sensación.
Me fui de vacaciones. Crucé un montón de puentes (ya pondré las fotos). Conocí bolloblogueras, de las que aún perviven, perdisten. Quizá le moleste que la llame bollobloguera. En cualquier caso fue una verdadera sospresa descubrir a la persona que había tras los escritos. Cálida, muy cálida.
Me reencontré con Siempre Suya y Laquetecuén, que me acogieron y cuidaron. Y ellas me llevaron a reencontrarme con ese mar infinito que absorbe mi mirada.

A la vuelta, el retorno a la rutina gris y a esa linealidad intranquila que os decía y que ahora añoro.
Qué posibilidad hay de que en 15 días entren a robar en las dos casas quw tienen tus padres? Parecen pocas, ínfimas. Pero sucede.
El primero parecìa casi una broma. El segundo nos ha destrozado.
Los malnacidos que han entrado en la casa de Madrid se han llevado todo cuanto de valor han encontrado. No, la televisión, el portatil.... eso sigue ahí, en su lugar. Lo que se han llevado sobre todo han sido esas cosas que tienes de toda la vida, los regalos de boda, de cuando nacimos mi hermano y yo, lo que mis abuelos regalaron a mis padres.
Y así, quedamos huérfanos de recuerdos. Ha desaparecido el legado familiar....muchas cosas, ahora pienso en  los gemelos con los que se casó mi padre, mi hermano y que ya estaban destinados a cuando se casara mi posible futuro sobrino.
Me aferro a que son cosas materiales. A que tuvimos suerte de que mis padres no estuvieran en casa cuando sucedió. Esa maldita buenamala suerte que tengo que invocar cada hora para obligarme a seguir fuerte. Para sostener las lágrimas de mi madre que dice que ya no queda nada de lo  que quería dejarnos cuando falte.
De repente se les ha echado la vida encima. Me puede verlos así, derrotados, sin fuerzas para la pelea que queda ahora. Porque a las horas que estamos tardando en recomponer la casa después de cómo la dejaron, está la lucha con la compañía aseguradora, que de momento sólo ha puesto trabas. Echo mano de una paciencia infinita cuando hablo con la señorita de turno que se pone al teléfono cada vez que llamo y que me pide mil disculpas pero no soluciona nada.
Anoche abrazada a mi madre me di cuenta de que cambian los papeles. Ahora son los hijos los que deben convertirse en padres: ocuparse, solucionar, dar apoyo y sufrir tratando de calmar, absorber su dolor y decirles que aunque hayan perdido su Historia de vida nada de eso importa salvo seguir adelante y ser capaces de recuperar ilusiones.


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