Ayer terminé el libro de Fun Home de
Allison Bechdel. Había decidido cogerlo con ganas para desengrasar
de Jeanette Winterson. Sólo pasé unas cinco hojas y ya tenía la
sensación de haber salido de Málaga para haberme metido en malagón.
Se me hace curioso cómo al tratarse de una novela gráfica he
avanzado tan rápido a pesar de lo dura que resulta. Hay mucha
soledad en sus páginas.
Tanta como la que percibí en el metro
hoy. Se abren las puertas y dos mujeres se despiden apresuradamente.
Una ha acompañado a la otra hasta pie de andén para contarle sus
problemas. El lunes, en el desayuno te sigo contando....y por la cara
que pone la otra, suena a amenaza...vamos, que no tiene muchas ganas
de escucharla. Me da por pensar que la mujer que da media vuelta en
el andén y emprende el camino de subida debe sentirse muy sola si
necesita bajarse hasta ahí para contar sus problemas a una compañera
de trabajo que parece evidente que sólo la escucha por educación.
Llego a casa, miro el periódico y veo
la noticia de una mujer, Sara, que ha ocultado a su pareja e hijos su
embarazo y ha matado a los gemelos que había tenido metiéndolos en
el congelador. Me quedo inmóvil ante la pantalla del ordenador
leyendo la noticia y sin dar crédito a las palabras...qué miedo
debió pasar esa mujer para matar a sus propios hijos y qué profunda
soledad llevar un embarazo en absoluto silencio...
No es la única Sara. Esta semana he conocido a
otra. En realidad tengo la sensación de haberla conocido mucho antes
pero no recuerdo dónde. Es música. Me desgrana su hastío entre ritmos de percusión y me apunta unas
cuantas heridas en su cuerpo emocional. Me narra lo cansada que está
de su novia. Tal vez tenga mucho que ver con ese malestar físico que
manifiesta y con que su fisio le haya dicho que debe curar primero su
alma para poder curar después su cuerpo.
Soledades en las que me reflejo como en
un espejo. No. La mía no es así pero si me resuenan todas ellas.
Empezando por la de Winterson y terminando por esta nueva Sara.
Mientras vuelvo a casa a cuidar de Zoe
que está malita, pienso en ese concepto que la comunidad boliviana
llama Suma Qamaña. Ese buen vivir que hemos perdido como comunidad tan rapidamente,
quiero decir que nos lo han quitado de las manos y lo han arrojado por el desagüe. Lo añoro y lo
busco, incluso en esta soledad sonora que conforma hoy mi realidad.
Lo encuentro, en cierto modo, en el bienestar que me produce el vídeo que me manda una amiga que canta en el coro del 15M. Es de esas canciones para la resistencia que no sé quién llamó y que se debería de patentar como concepto hoy en día.
Si queremos, las soledades suman, comparten energía, luchan y cantan para construir un mundo mejor. En realidad para reconstruirlo.