Los domingos, las vidas de los otros siempre parecen más interesantes. Como si las maravillosas fotos que la gente cuelga en Instagram fueran sus calcos y no estuvieran llenas de postureos. Todo es luz, sonrisas, colores vivos, naturaleza y flores o rincones y amigos.
Y hay quien se empeña en pensar que lo suyo es mejor que lo de al lado. Quizá es que necesiten esa excusa para seguir soportando las propias miserias. Los domingos, supongo, hay gente que no se mira en el espejo.
Por eso, cuando mi vecina, la alcohólica, me ha encontrado en la tienda de comidas caseras pidiendo una pechuga de pollo y unas patatas, ella ha pedido lo mismo y me ha dicho eso de... claro, como tú y yo estamos solas, pedimos media ración de patatas. Le he aclarado que yo había pedido una ración entera y ahí se ha entusiasmado contándome que ella sólo pide media ración porque se controla mucho. Toda su charla venía acompañada de un olor a cerveza que se me estaba haciendo insoportable. Me han dado ganas de contestarle que a ver si también se controlaba para luego no tener que subir las escaleras hasta el 3º a gatas, como la he visto alguna vez. Pero da igual. He entendido que la pobre necesita sentir que su vida es mejor que la mía y la he dejado allí toda despeluchá con su media ración.
En otra época la habría contestado, seguro. Pero supongo que en esta época centro muchas energías en intentar ayudar a mi madre. Y en soportar el dolor de espalda que tengo desde que me caí haciendo el puto "humor amarillo" del curro. Ya ves. Intentando desconectar un poco me propuse hacer lo mismo que el resto de mis compañeros. Subirme al toro mecánico, el futbolín humano, los gladiadores y todo eso con unos 15 años más y las lorzas que me adornan. El resultado fue una caída de cabeza desde 2 metros. Y doy gracias de que no ocurrió nada más.
En realidad siempre he pensado que mis dolores físicos más fuertes suelen aparecer para mitigar el dolor del alma. Como cuando me atropelló el coche. Y aquí estoy, dos semanas después, a base de drogas legales.
Hoy domingo, me he mirado en el espejo y he pensado... "Es mi vida y es lo que hay". Sinceramente, no me apetece cambiarla por otra. Ni pedir media ración de patatas.