sábado, 4 de mayo de 2013
Tantas sensaciones
Por calmar un poco los nervios del previaje sumados al síndrome premenstrual que se apodera de mí estos días, ayer decidí salir un poco de casa. Quedé con mi fisio para tomar unas cañas y ver en el cine, Tomboy. Desde aquí aprovecho para recomendarla.
Hablando de mi fisio... con esa facilidad que tengo yo para percibir las sensaciones corporales, se me hace muy extraño ir a la consulta y que me coloque vértebras o me saque y movilice la cabeza del peroné. Mi cuerpo guarda todavía en su memoria tisular las sensaciones que me producían las manos de Marta, mi anterior fisio. Y es como si mi cuerpo estuviera esperando que mi nueva fisio hiciera lo mismo, como si en cierto modo anticipara lo que va a ocurrir, en cuanto ella me pone una mano en la espalda o la pierna... y me equivocara. Así que siempre termino con el cuerpo colocadito y en su sitio y una profunda sensación de... esto no ha sido lo que yo esperaba. Supongo que es cuestión de tiempo que me habitúe a su forma de tocar(me).
Volviendo a lo de ayer, aproveché la buena tarde que hacía para bajar andando toda la calle Atocha hasta llegar al lugar donde habíamos quedado. A pesar de que eran más de las ocho, todavía algunos rayos de sol iluminaban la acera por la que caminaba. Y de nuevo ocurrió... si, volvió a sucederme. Y ahora te lo cuento a ti, Zami, en primera persona, porque eres tú la protagonista de esos momentos...
Caminaba mirando al suelo, para no tropezar, como es habitual en mí. El sol bajaba por mi espalda y a pesar del bullicio de la calle de repente el sonido cesó. Levanté los ojos pero vi que todo el mundo seguía caminando y los coches y autobuses pasaban. De hecho nada se había detenido, aunque para mí el sonido de la calle había cesado. Y entonces, en ese justo momento, en ese preciso instante, sentí que te estaba acariciando la mejilla.
Levanté mi mano derecha y miré su reverso para comprobar que no había nada extraño. No sé qué esperaba encontrar, seguramente nada, quizá era tan sólo para cerciorarme de que no había nada físico que provocara realmente esa sensación tan intensa.
Se que no es una imagen que pasa por mi cabeza, ni un deseo, ni una fantasía... es una sensación real, física, que noto en diferentes partes de mi cuerpo.
No sé qué me provoca esas sensaciones. Es como al principio, ¿recuerdas? cuando todavía mirabas en otra dirección. Entonces había momentos en que yo sentía que me tocabas los hombros o me cogías por la cintura. Era como si todo mi cuerpo estuviera recubierto de una capa de energía (soy incapaz de explicarlo de otro modo) que yo podía percibir fisicamente y aún a distancia de ti, sentía tus manos posadas sobre esa cubierta mía.
Era tan real la sensación, que me resultaba imposible creer que tú no la notaras o que nuestras manos no estuvieran destinadas a entrelazarse durante cualquiera de nuestros abrazos. Y sucedió.
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Me ha gustado la entrada, aunque me has confundido un poco, jeje... Pero eso es irrelevante, seguro que ella, la protagonista de ese toque en la mejilla lo habrá cogido... "Jamía", qué bien te sienta la primavera.
ResponderEliminarBesitos
Etcétera
...te envidio. Creo que nunca he sentido nada así. Quizás no me he permitido sentirlo, no sé: una falsa estoica más!!
ResponderEliminarBesos, compi. Piedra.
¡La energía que nos rodea el cuerpo existe!
ResponderEliminar:)
ResponderEliminarLa química que hace cosas increíbles... disfruta neni, carpe diem!
besitos,TQM
No busques la razón, sencillamente siéntelas.
ResponderEliminarUn abrazo.
PD- A ver si pasas un día por mi blog :p
No noto que tenga nada más fuera de sitio de lo habitual ;-) pero creo que pediré hora al físio.
ResponderEliminarDisfruta de esas sensaciones!!!