martes, 12 de enero de 2016

La vuelta tranquila


Salgo tranquila de la oficina. Sin las prisas de los últimos meses y el temor a perder la ruta. Ahora tengo la parada de metro a 70 pasos. Mientras desciendo por las escaleras mecánicas sacó el ebook de la mochila y miro la pantalla al encenderse.

Oigo que se aproxima un tren al andén. Sigo leyendo imbuida ya en la historia que dejé esperándome por la mañana... Aunque no logro sentarme no me preocupa, me agarro a la barra y me zambullo entre letras.

Al cabo de 15 minutos tengo que hacer un transbordo. Noto el nerviosismo de la gente al ver que el tren que debemos coger ya está esperando en el andén de enfrente. Se atropellan en la puerta de salida y emprenden una carrera por alcanzar el torno los primeros. Me sonrío. Dejo que me adelanten y hasta que se cuelen. No tengo prisa. He decidido que voy a esperar tranquilamente al siguiente tren.

Si, no me importa llegar 10 minutos más tarde a casa. Después de meses, he recuperado el ritmo de mi vida. Me he hecho consciente de que esos momentos, la hora siguiente a salir del trabajo es mi tiempo de lectura. Y saboreo dulcemente cada línea deseando que no acabe la vuelta a casa.

Pienso en los libros que me he leído ya desde que he vuelto a utilizar el transporte público para llegar al trabajo. Y no sé de qué manera, enlazo con las películas que he visto en el último mes.... la mayoría han sido basadas en personas reales... Steve Jobs, El Desafío, Joy, Sufragistas, La chica danesa... las primeras me han aburrido. Mucho. Las últimas han conseguido emocionarme, arrancarme lágrimas o sonrisas... en definitiva sentimientos.

Y de repente, como en un flash me vienen a la cabeza unas imágenes de dos mujeres en un cuarto de baño. Mientras una se desmaquilla, la otra la observa. La retira el pelo y la acaricia suavemente el cuello. Entre susurros se quedan frente a frente y recorren sus pieles sonriendo. Al fin ese primer beso. Mi cuerpo se llena de escalofríos. Son sólo ficciones, pienso. Los libros, las películas, estas imágenes que has recordado. Pero de pronto tengo la certeza de que soy yo la que está infundiendo el ritmo a mi vida y que en algún momento esas ficciones me alcanzarán y se harán realidad.

El vagón se detiene. Miro por el cristal y descubro que he llegado a mi destino.

3 comentarios:

  1. Alasdemariposa: Felices lecturas.
    Buenos días.

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  2. Transmites una paz interior que da hasta envidia. Consérvala. :)

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  3. En el torbellino de la hora punta de la gran ciudad tú eres capaz de aislarte marcando tu ritmo, me encanta :-)
    A veces os envidio a las que pasáis un rato a diario en transporte público, es un tiempo ideal para una misma. Quizás si fuera una obligación no lo vería con tan buenos ojos.
    Un petó Chris,

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