Así, el martes me tenía que ir a Tres Cantos, a un curso que me iba a dar mi empresa. Pero por aquello de que se me va la olla muymucho, a las 8 estaba sentada en mi puesto de trabajo en Alcobendas. La cara de mi jefe al verme allí sentada fue un poema. La mía cuando me di cuenta del error, mejor no la describo.
Total, fui al día siguiente. En el curso explicaron que hay tres tipos de personas basándose en teorías psicológicas. Visuales, auditivas y kinestésicas. Y por lo que estuvieron comentando, yo tengo gran parte de la tercera, aunque también presento rasgos de la segunda. Por si no conocéis el tema, os diré que las personas kinestesicas tendemos a captar la realidad y a relacionarnos con nuestro alrededor, a través de las sensaciones corporales y las emociones.
Me gusto lo que nos estuvieron comentando, el saberme reconocida y el poder ponerle nombre a cosas que siento. No me atreví a preguntarlo, pero me huelo ademas que mi sinestesia tiene que ver con que sea kinestésica.
Y una vez que le pones nombre a algo, echas la mirada atrás y te das cuenta de que ahí ha estado siempre. Declararme a menudo yonki de sentimientos, mi gusto por los abrazos, por los masajes sensitivos y esa necesidad de vivir momentos especiales como forma de ser feliz.
Hay momentos en mi vida que guardo en esa cajita especial de la memoria. Momentos que aunque desprovistos de importancia objetiva, se han quedados anclados en mi alma como los mejores que he vivido. En muchos de ellos reconozco un rasgo común. Para mí han sido hermosos, han tenido una particular belleza que me ha traspasado la piel y me han llenado de sensaciones físicas y espirituales.
Para San Juan, me fui con mis heteras a casa de una, que se ha mudado a El Campello. Tenia muchas ganas de playita, de sentir el sol y sobre todo el agua. Tuvimos la suerte de que había luna llena para la noche de San Juan y la ocasión propició que cumpliera uno de mis sueños.
De madrugada y tras quemar el papel con lo que quería alejar de mí, decidimos bañarnos. La temperatura del agua era perfecta y junto a nuestra hoguera, se extendía sobre el Mediterráneo, el reflejo de la luna llena. Siempre había pensado que el reflejo de la luz en el agua era ficticio, de los que al acercarte tú, se va alejando... pero no.
Me desnude y me fui adentrando en el agua. Sentí que ese mar me acogía al tiempo que mis ojos apresaban la belleza del momento. Rodeada de amigas, era casi incapaz de articular las palabras que necesitaba. Fue pura belleza, plenitud, comunión con el agua y la luna, elevada justo encima de nosotras. Fue calidez y amor por este planeta y esta vida que me ha sido regalada. Fue magia y marea. Fue murmullo de olas y latidos. Fueron lágrimas ligeras de emoción.
Fui piel.
Disculpad las numerosas faltas de ortografía. Se me ha estropeado el ordenador, escribo desde una tablet y es un infierno...
ResponderEliminarEl agua, el calor, la piel... ¡me gusta!
ResponderEliminarTú y yo somos de sensaciones corporales... mucho!
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ResponderEliminargracias!
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