Hace unos días, cuando salía de casa para ir a trabajar me encontré a una Ex que sacaba a su perra a pasear.
- Buenos días
- Hola, qué tal?
- Bien, aquí, sacando a la perra a que de su paseo, ya sabes. Oye, ¿está nublado?
Miré hacia el cielo pero como todavía estaba oscuro no distinguí si había nubes o estaba despejado.
- Ni idea
- Es que como han dicho que lo mismo llovía, me he puesto el chubasquero.
- Muy bien así no te mojas. Yo voy de manga corta y que sea lo que...
- Pues nada, me he levantado he mirado por la ventana y he pensado...hoy me pongo el chubasquero que seguro que voy mejor
- Muy bien. Oye, que tengo...
- Como tiene una capucha que se adapta perfectamente...tiene un bolsillo para el móvil y además no deja pasar el aire así que fenomenal.
- Vale, mira...te dejo que llego tarde a trabajar
Iba hacia el metro pensando en la conversación “tan trascendental” que habíamos tenido cuando caí en la cuenta...llevaba un supermegaguay chubasquero Columbia, nuevecito. De ahí su interés desmedido en que yo le informara del tiempo.
Os suena este anuncio?
Y es que hay cosas que nunca cambian.
Mi ex es de ese tipo de personas que necesitan poseer. Poseer en el sentido más literal del término. Me refiero a objetos materiales. Vive en un minipiso de 25 metros cuadrados donde además de ella y su perra aloja una cantidad ingente de objetos. Ropa para llenar el armario de Victoria Beckam, zapatos para el disfrute de Imelda Marcos, tfnos como para que no quiebren Nokia, Samsung, Siemens, LG o Motorola, relojes de todos los tamaños, tipos y precios, cacharros varios como una Thermomix que no utiliza nunca, una Nesspreso y una Vaporetta (todo metido en una cocina de 3'5 metros cuadrados). Y así podría seguir enumerando una larga lista...
No sólo necesita poseer sino que como os he descrito más arriba, tiene una necesidad increíble de que sepas que lo posee. Mientras estuvimos juntas nunca pude entender que se gastara absolutamente todo el dinero de su nómina en comprar objetos. La consecuencia... es que hace más de 15 años que no se va de vacaciones con nadie porque nunca tiene pelas. Lógico.
Todo esto que suena a reproche de ex pasado por el tamiz de “nunca te perdoné” (por suerte pasé página hace tiempo y ahora me sirve de ejemplo para mis reflexiones), viene a que después de encontrármela estuve pensando en los motivos por los que quiero hacer el curso del que os hablaba en mi anterior post.
Estuve sopesando los pros y los contra. Por el lado negativo el precio y la incertidumbre de lo que será de mi vida dentro de 3 meses... como para meterme en un curso de año y medio empeorado con mi conocida tendencia a la dispersión.
Según eché un vistazo al temario pensé que era muy hetero. Pero dos conocidas bollos que van a asistir me han dicho que no es así y que además algunas de las ponentes son primas mías con lo que el heterocentrismo está descartado.
Por la parte positiva, creo que el curso me va a ayudar a superar de algún modo esta timidez que me hace cerrarme por completo con las personas que no conozco. Va a ayudarme a conocer mejor mis limitaciones, mis miedos y cómo superarlos para mejorar mi relación conmigo misma y con los demás. En definitiva... me va a hacer crecer como persona. Ese argumento ha sido el que más ha influido en mi decisión de hacerlo.
Y ahí es donde encuentro la diferencia con gente como mi Ex. Hay personas que buscamos crecer a lo alto, estirarnos. No por sentirnos más altas, sino para poder ver más lejos y tener una visión más global de las cosas.
Y hay otras personas que quieren crecer pero sólo a lo ancho, ocupando más espacio pensando que de este modo, los de al lado les mirarán con envidia. Buscando vestirse o recubrirse con un valor que no encuentran dentro de ellos mismos. Como necesitan de tu aprobación para sentirse valorados se empeñan en exponer sus “riquezas”. No se dan cuenta de que ni sus posesiones nos encantan,ni el brillo nos deslumbra, porque solemos estar mirando en otra dirección.