Flotar sobre la realidad

Ayer leí sobre un spa que han abierto en Sevilla. Han rehabilitado un antiguo baño árabe y lo han debido dejar niquelado. Dan un tratamiento en una piscina que tiene pinta de ser estupendo. Te ponen un flotador en el cuello y otro en las corvas de manera que quedas flotando y con sensación de ingravidez. El masajista te hace torsiones en diferentes músculos y el estado de relajación es total. Claro, fue leer sobre el tema y pensar en disfrutarlo.

Así que por la tarde, en casa de Alondra lo comenté. Y como esta mujer es así de maja me propuso darnos un bañito en su piscina y probarlo aunque no fuese exactamente lo mismo. Me moría de verguenza. Alondra tiene la capacidad de hacerme sonrojar. Una cosa es que me empapase los pantalones con el aspersor cuando llegué y le dije en plan almodovariano eso de... riégame!! y otra diferente que me quedase en bikini con ella y se dedicara a pasearme por la piscina...uy!! Pero con esa ternura que sabe imprimir a sus argumentos me convenció para que me dejara llevar y disfrutara del momento.

Con el calor que hacía no tardamos nada en meternos en el agua..me coloqué boca arriba y comencé a flotar. Me dijo que cerrase los ojos. Ella puso su mano bajo mi espalda con suavidad. El contacto era mínimo para que la sensación de ingravided fuera mayor...

Mi cabeza reposaba sobre el agua. Mis orejas por momentos se hundían y entonces escuchaba el rumor del agua y de mi sangre fluyendo. En el momento en que ascendían esos sonidos quedaban relegados por las voces de niños en la casa de al lado... Alondra me sostenía con una mezcla de fragilidad y fuerza en ese equilibrio que logra desarmarme. Sentía los últimos rayos de sol rozando mi piel, mezclando esa sensación cálida con el frescor del agua. Sentía el azul de la mirada de ella sobre mi rostro, cálida y refrescante a la vez. El tiempo suspendido sobre mis pestañas como sucede con las tardes de verano...la vida prolongada más allá del contorno de mi espalda, en sus dedos pequeños y la palma de su mano...


Fueron minutos en los que los pesares se apartaron y como me sugirió Alondra sólo atendí a disfrutar del momento. Cuando mis sentidos se descentraron y me hice consciente por completo de su tacto, decidí que ya estaba bien. Le propuse que me dejara hacerlo con ella pero como siempre prefirió eludirlo. Salimos del agua pensando en esos momentos que nos dan paz y nos alejan de esta maldita realidad que estamos viviendo.