Las que habéis estado alguna vez en el
Rincón del Arco Iris ya conocéis la distribución de mi casa, tan
típica de principios de siglo. Del pasado, no de este. Para las que
no habéis estado, os diré que mi habitación y el salón se
comunican por un vano, una oquedad grande en la parte superior de la
pared.
En ese vano suele tumbarse a menudo Zoe
para contemplar las cosas desde la altura. Lúa tardó unos meses en
llegar hasta arriba, pero con lo inquieta que es, no se queda mucho
rato. Utilizan la mesa del salón como trampolín. Desde ahí se
impulsan para llegar. Y cuando se hartan de estar ahí, bajan a
través de la mesa o se pasan a la habitación y saltan a mi cama.
Por las noches, cuando me acuesto, la
luz de las farolas de la calle entra por el balcón que queda justo
enfrente del vano y desde allí se refleja en el armario de mi
habitación.
Bajo el edredón nórdico, doy vueltas
sobre mi propio eje mientras encuentro la postura esperando que me
venza el sueño. Al cabo de un rato, me hago un burruñito y me quedo
mirando hacia el armario. En esos momentos, Zoe suele estar a mi lado
y Lúa subida al vano.
Contemplo su sombra reflejada en la
puerta del armario, sus orejas puntiagudas y su esbelta figura.
Permanezco unos minutos pensando en toda la ternura que me provoca
cada vez que me mira con sus grandes y redondas pupilas. Sonrío
mientras recuerdo las charlas que me da con sus alegres “mia!” y
cómo me ronronea mientras masajea mi tripa en tardes perezosas.
Buenas noches, Zoe, Lúa y Chris. Miau, miau
ResponderEliminarBesos, guapa.
Etcétera
Miauuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu
ResponderEliminarUn beso felino Miss Chris
La felicidad de los pequeños detalles cotidianos.
ResponderEliminarQue agilidad!!!!
Que disfrutes del domingo. Un petonet,
Que guapo, Chris
ResponderEliminarcuanta ternura ;)
ResponderEliminarTres felinas felices...
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